”BARNICES SIN BARNIZAR”

Someti-miento (180 x 180 cms)

Géminis twist (180 x 180 cms)

Reverente (195 x 260 cms)

Remanso (195 x 260 cms)

Ensalada Van der Wayden I (130 x 195 cms)

Ensalada Van der Wayden II (130 x 195 cms)

Marco comparable (73 x 92 cms)

Breve y verde (130,5 x 76,5 cms)

Mujer que se toca un pie (180 x 180 cms)

Bodegón con tetera, Gin-Tónic, y reflejos prestados (114 x 146 cms)

Golpe de luz (180 x 180 cms)

Golpe de luz (195 x 130 cms)

Explicación “A”
 
Asociamos el barniz con lo final en el tiempo, y con lo superficial en el espacio. Tiene algo de petulante guinda de la tarta, y también, peyorativamente, de cierta impostura. Es el maquillaje de la obra, y su crema antiedad.
Sin embargo, como material constructivo, posee un carácter tan ingobernable y liberador que lo escogí cuando necesité mutilarme la querencia geometrizante que estaba empezando a desarrollar. Contra la geometría, anarquía. El barniz como detonante, no como cosmético. En lo profundo y al principio: donde más pica.
 
Explicación “B”
 
Ayer salí de casa sin prisas, sin motivo aparente y sin llaves. Suele ocurrirme bastante a menudo, sobre todo lo de las llaves. Estuve 6 horas de homeless. No podía entrar, ni pintar, ni nada que se pudiera conjugar. Me dí cuenta de que no se puede abrir una puerta con la radiografía de la nuca de la hija del portero, de que el perro prehístórico de Pedro Picapiedra era un hijo puta, aunque Vilma debió ser una mujer primitiva bastante apreciable, a pesar de su sordera, y de que me importaba un rábano aquella soleada mañana de Huelga General, los sindicatos, la patronal, la política de Zapatero y, prácticamente, toda la parte de la existencia que no estuviera encerrada tras la puerta de mi estudio. Soy egoista, sí, lo reconozco, y el mundo resulta en ocasiones un barniz pringoso que la vida te echa encima justo cuando terminas de ducharte. Con lo bien que se está a veces solo, pintando. No sé si el universo es infinito, pero desde luego, tiene cerradura.